El cambio de administración pública federal en el gobierno mexicano, representa un hito que marcará la historia de América del Norte. Más allá del posible desempeño futuro de su administración, el nombramiento de Claudia Sheinbaum Pardo, rompe convencionalismos y coloca a México en el corazón del espíritu de la era, aun por encima de potencias económicas y militares como lo son nuestros vecinos del norte.
No es para menos, el devenir histórico de nuestro territorio ha colocado a la cultura que vive en el ombligo de la luna, como una potencia cultural en diferentes siglos; desde el florecimiento de Tenochtitlán hasta el sincretismo del periodo virreinal, son muestra de ello.
Hoy en día, México elige a mujer para que ejerza el poder y con ello, se demuestra la tendencia de un país que se transforma lenta pero sólidamente. Tal vez la prueba más clara de esto, es el enorme poder con el que arriba la nueva presidenta, una mayoría indiscutible en las cámaras legislativas altas y bajas, un dominio partidista de los gobiernos estatales, una reforma judicial que promete debilitar cualquier hito de oposición dentro de los poderes del gobierno mexicano y un fortalecimiento del Ejército de nuestro país.
El crecimiento del Estado mexicano bajo la nueva administración abre una etapa de grandes expectativas y desafíos. La consolidación del poder político y la mayoría en las cámaras legislativas sugieren una postura más nacionalista en el escenario mundial, lo que podría generar tensiones con socios comerciales clave.
Regiones como Michoacán y Uruapan, donde la agroindustria depende de la exportación, se enfrentan al reto de equilibrar esta tendencia con la necesidad de mantener relaciones internacionales sólidas. Si bien la estabilidad política ofrece una oportunidad para impulsar reformas profundas, también plantea interrogantes sobre el enfoque en temas de seguridad y el papel del Ejército.
El verdadero desafío será desatar estos «nudos» sin romper el delicado equilibrio entre la estabilidad interna y la apertura económica, asegurando que los cambios que se avecinan no solo fortalezcan al Estado, sino que también integren el bienestar social y económico de todas las regiones del país.
Todo esto mientras nuestro vecino del norte atraviesa un proceso político decisivo. Estados Unidos podría estar a punto de elegir un camino que redefina su postura global, y con ello, inevitablemente, la historia de México. La nueva administración mexicana deberá estar preparada para adaptarse a un contexto internacional incierto, donde cualquier cambio al norte de la frontera podría alterar profundamente el curso de nuestro propio desarrollo.
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