El 2 de octubre de 1968 es un día emblemático en nuestro país. Esta fecha representa un parteaguas en la relación de la ciudadanía y el gobierno mexicano, que desde entonces, se cubrió por la sombra de la represión militar. Con el tiempo, este momento nos ha demostrado una dolorosa verdad sobre la fragilidad de las libertades civiles y los derechos humanos en un país que parece inclinarse nuevamente al poderío y la influencia militar.
El conflicto, gestado durante meses, llegó a su climax cuando la comunidad universitaria de la capital, se unió en un movimiento contra la invasión militar en planteles educativos después de que las fuerzas armadas detonarán una bazooka en la puerta de la preparatoria número uno de la Ciudad de México durante julio de ese año.
Estudiantes, profesores, intelectuales y diversos sectores de la sociedad, encabezados por el rector Javier Barrios Sierra, se reunión el día 01 de octubre y realizaron una manifestación en rechazo ante lo que ellos consideraron como “un acto de fuerza que no merecían”.
Al día siguiente, se volvió a congregar otra multitud de jóvenes, estudiantes e intelectuales en la Plaza de las Tres Culturas. Sin embargo, la manifestación fue recibida con una represión brutal por parte del ejército. Una luz de bengala rasgó el cielo y dio inicio una operación militar conocida como la “Operación Galeana”, que se cobró la vida de cientos de personas.
La represión no fue solo un acto de violencia descontrolada, sino también el resultado de una infiltración sistemática del ejército. Estos infiltrados, portando guantes blancos como emblemas, abrieron fuego contra la multitud, buscando capturar a los líderes del movimiento. La tragedia del 2 de octubre reveló la presencia insidiosa de la maquinaria militar contra civiles, dejando al descubierto la vulnerabilidad de los ciudadanos ante la fuerza del Estado.
A pesar de las décadas transcurridas desde aquel día, la memoria del 2 de octubre de 1968 sigue viva en nuestro país. Esta fecha trágica es un recordatorio de la necesidad de proteger y preservar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, y de la importancia de un Estado que responda a las demandas justas de su pueblo con diálogo y empatía en lugar de violencia y represión. En las conmenoraciones, es crucial no solo recordar las vidas perdidas, sino también reflexionar sobre nuestro compromiso con la construcción de una sociedad donde la justicia y la libertad sean inquebrantables y donde la injerencia militar en asuntos civiles sea un capítulo oscuro y cerrado en nuestra historia.
En este aniversario del 2 de octubre de 1968, nos encontramos en un momento donde debemos analizar el equilibrio del poder en nuestra sociedad. La historia nos advierte sobre los peligros de otorgar demasiado poder al ejército en asuntos civiles. A pesar de las circunstancias difíciles, debemos reafirmar la necesidad de que los civiles sean quienes guíen nuestro país. Si bien las crisis pueden exigir medidas extraordinarias, es fundamental preservar nuestra democracia y asegurar que las decisiones fundamentales estén en manos de la ciudadanía y los poderes civiles.
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