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Editorial: El derecho a informar, el derecho a la paz

El periodismo en Michoacán es una de las profesiones con mayor riesgo. Quienes ejercen este oficio pueden confirmar las largas jornadas laborales, los ingresos limitados y las dificultades que enfrentan simplemente por expresar su opinión. Las consecuencias de esta labor, en muchos casos, incluyen agresiones verbales o, en situaciones extremas, atentados contra la integridad de quienes ejercen este derecho fundamental.

Los periodistas y comunicadores enfrentan desafíos desde diversos sectores: la ciudadanía, la iniciativa privada, las instituciones gubernamentales e incluso el crimen organizado. Con frecuencia, son señalados y atacados desde múltiples frentes, pues diferentes figuras de poder intentan manipular su trabajo para avanzar en sus propios intereses o los perciben como obstáculos.

Este rol convierte a los periodistas y comunicadores en actores capaces de moldear narrativas sociales, colocándolos a menudo en situaciones de vulnerabilidad física, mental y social. Su papel es incómodo pero esencial en una sociedad donde la hiperconectividad exige historias humanas que no solo informen, sino que también orienten la opinión pública.

Se debe garantizar la seguridad para la prensa

Ante esta realidad, es fundamental que las autoridades y los gobiernos implementen leyes y promuevan acciones que protejan una actividad tan necesaria para la democracia y la sociedad. El periodismo no solo es un pilar fundamental en cualquier sistema democrático, sino que, además, es de alto riesgo debido a la falta de garantías que los comunicadores enfrentan en muchos aspectos de su labor.

Lamentablemente, en los últimos años, las autoridades, en distintos niveles, han intensificado las agresiones hacia la prensa o han sido omisas al no proporcionar las garantías mínimas para su trabajo. Esta actitud ha fomentado un ambiente hostil que facilita la desinformación y limita la capacidad del periodismo para abordar temas de interés público que contribuyen al bienestar de la sociedad.

En Michoacán, la violencia contra la prensa ha aumentado significativamente en las últimas décadas. Esta casa editorial, al igual que muchas otras, ha sido testigo de estas agresiones y, en algunos casos, las ha experimentado directamente. No obstante, pocos actos son tan lamentables como el reciente atentado contra el periodista uruapense Mauricio Solís, quien perdió la vida tras ser atacado en pleno centro de Uruapan.

Resulta inadmisible que en pleno siglo XXI se permita y, en ocasiones, se propicie un clima de hostilidad hacia la prensa. Las agresiones verbales, físicas y mediáticas en contra de los comunicadores no solo vulneran su seguridad, sino que además fomentan un ambiente de violencia generalizada. Estas actitudes, buscan callar voces, socavan la función crítica del periodismo y, en última instancia, debilitan los cimientos de nuestra sociedad al limitar el derecho a la información y a la libertad de expresión.

Por ello, es crucial que como sociedad exijamos el respeto a quienes ejercen esta labor. No podemos permitir que las agresiones hacia la prensa se conviertan en una constante o que se normalicen los intentos por silenciar la verdad. La construcción de un entorno de paz y respeto inicia por reconocer la importancia del periodismo en todos los niveles; solo así lograremos una sociedad mejor informada, consciente y, en última instancia, más justa.

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